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DEPORTES

La amistad con Cantona, el aporte al gol de todos los tiempos y una muerte estremecedora: la historia de Cuciuffo, el pilar silencioso del Mundial 86

Un 11 de diciembre del 2004, el campeón del mundo moría tras sufrir un disparo por accidente mientras estaba cazando. Cuchu fue un símbolo la Copa de 1986, pero también grabó su nombre a fuego en el fútbol argentino

>Van casi diez minutos del segundo tiempo en el Estadio Azteca e Inglaterra busca el empate. Diego Armando Maradona está a punto de escribir la página más gloriosa en los libros de historia del fútbol. Acaba de hacer un gol con la Mano de Dios, que será objeto de polémicas rumbo al futuro, pero en breve comenzará a cincelar una obra de arte. José Luis Cuciuffo tendrá un aporte tan invisible como elemental, clave. Glenn Hoddle buscará dar un pase en profundidad, pero Cuchu cortará simple un ataque peligroso y entregará inmediatamente para el Negro Enrique, que construirá un mito alrededor de su “asistencia” a Maradona. Aquel defensor fuerte, bien ubicado, rueda de auxilio permanente graficó con esa escena el aporte silencioso y efectivo que brindó para construir el título de Argentina en el Mundial 86. Entró como pieza de recambio, pero se erigió como un pilar de la defensa que no necesitaba de las luces de las marquesinas para resaltar. Todos aquellos que compartieron con él remarcan su perfil vital deportivo en el campo, pero mucho más aún fuera de él para constituir el grupo. Todos aquellos que compartieron con él todavía no pueden entender qué sucedió aquel 11 de diciembre del 2004 con su accidental –y estremecedora– muerte mientras estaba cazando en Carmen de Patagones.

 

“Era un jugador fuerte, tenía técnica, pero era un jugador muy aguerrido. Metía como loco, se hacía respetar. Iba muy bien de arriba, tanto en nuestra área como en la visitante. Siempre estaba atento. Se hacía respetar”, lo describe ante Infobae Sergio Almirón, uno de los campeones de aquel 86. Aquel pibe nacido en un barrio obrero de Córdoba era ahora una estrella del fútbol nacional. Su nombre quedó por siempre emparentado a un título inolvidable, emocionante. Tras un inicio en Huracán de Córdoba y pasos por Chaco For Ever y el Talleres de su provincia, se asentó en Vélez. El Mundial lo empujó a un desembarco en Boca Juniors, donde forjó una relación de amistad con Víctor Marchesini que se sostiene hasta hoy. Sí, hasta hoy a pesar de su desaparición física. Aquel hombre que fue un símbolo defensivo de los 80 habla en presente de su compinche: “Entablamos una hermosa amistad que continúa. Yo hablo con su mujer, con sus hijos. Nos hicimos muy amigos en Boca, llegué para disputar el puesto con él y terminamos jugando juntos, él de lateral izquierdo y yo de seis. Teníamos muchas cosas en común, cosas que nos gustaban a los dos, como la caza y la pesca. Salíamos a pescar por todos lados. Un tipazo”, lo recuerda ante este medio. Para él, José Luis dejó de estar físicamente, pero dos décadas después su alma sigue vibrando.

Una oferta que llegó desde México era tentadora en lo económico, pero decidió aceptar una propuesta del fútbol francés para adentrarse en la cultura europea, darle a su familia una experiencia sinigual. Llegó al Nimes Olympique que tenía como figura a un tal Eric Cantona y a un interesante defensor llamado Laurent Blanc. “Querían conocer Europa, una cultura nueva. Arriesgó y fue para allá. No quería volver la familia después de Francia, es más volvimos un par de veces después a visitar amigos. No sé cómo nació la amistad con Cantona, Eric un día cayó a casa con un Rolls Royce último modelo. Estuvo un rato, charlaron y se pusieron a organizar una caza, se fueron a cazar faisanes los dos. Pegaron buena onda de entrada. Después recuerdo que Eric Cantona vino a la despedida de Diego en la Bombonera (2001) y estuvieron en los palcos hablando. Quedó muy buena relación”. El que habla es Emiliano Cuciuffo, el hijo mayor de José Luis, que probó con el fútbol hasta que decidió estudiar odontología. Lo que relata allí era una constante de Cuchu: organizar salidas a pescar o cazar con amigos.

Aquella estadía en Francia terminó con un regreso a Córdoba. José Luis quería estar cerca de Salvador y Encarnación, sus padres, y decidió firmar con Belgrano. “Le ofrecieron otros clubes pero vino porque estaban los padres. Y a los pocos meses cuando él viene falleció el padre. Volvió justo para estar los últimos meses con él. Pero al estar en Córdoba, estaba alejado de todo. Ahora es un poco más federal todo pero antes si no estabas en Buenos Aires estabas como perdido. Entonces le costó mucho adaptarse en lo económico”, repasa Emiliano. Tras aquel retiro silencioso en Córdoba a inicios de los 90, se puso un bar en su barrio y una escuelita de fútbol: “Él amaba tanto a los perros que le puso el nombre de su perro (Hermes). Cuando volvimos de Francia nos trajimos al perro, era un labrador negro que en Córdoba casi no había. Mi viejo lo quiso cruzar y como no había hembras acá se trajo una de Paraguay. Y después andaba con ella para todos lados. La amaba”.

Dirigió algunos clubes locales y tuvo un paso como ayudante de campo en Belgrano de Córdoba de Carlos Mac Allister que duró apenas un puñado de meses en el 2002. Entre medio, repartía sus días entre el bar y su pasión por la caza y la pesca. “Como que nunca se afianzó después del retiro, pero sí a nivel de amistad, tenía eventos todo el tiempo. Le encantaba ir a pescar y cazar, por eso tenía tantas amistades. A él se le acercaba alguien, se ponía hablar y le decían ‘soy del Interior’ y enseguida le preguntaba: ‘¿Vos tenés campo? ¿se puede ir a cazar?’. Y así andaba, feliz. Pero bueno, creo que a él le hubiese gustado incursionar más en el mundo de ser técnico”, plantea Emi.

 

El doloroso final llegó un día como hoy hace veinte años. José Luis se había ido a Carmen de Patagones a pescar con un grupo de amigos, pero por por algún giro del destino decidió ir a cazar el último día antes de retornar a Córdoba. En la reconstrucción de la causa judicial que se abrió en Bahía Blanca, los testigos afirman que por la tarde de ese sábado 11 de diciembre había ido hasta un campo cercano a pedir autorización para ir a cazar por la tarde. La mayoría del grupo había decidido tener un día de pesca durante la mañana, pero él partió alrededor de las 19 rumbo al pasaje rural con su amigo mecánico Oscar Beltramo. El documento de la Justicia señala que el establecimiento rural llamado “El Lucero” estaba a unos cuatro kilómetros de la localidad de San Blas, en la punta sur de la provincia de Buenos Aires, y Cuciuffo llegó conduciendo su Chevrolet Modelo S10 Blazer con su amigo, transitando por una huella de tierra. Bajó, disparó sin acertar a una martineta y volvió a subirse a su vehículo. Apoyó la carabina halcón calibre 22 en el piso con la culata sobre el piso y recostada sobre la consola del coche. Quinientos metros más adelante, las irregularidades del territorio hicieron detonar el arma. El tiro pegó en la región abdominal del campeón del mundo. La siguiente escena es la de Beltramo retornando desesperado al hospedaje entre media hora y una hora después de haber salido de caza, con un Cuciuffo peleando por su vida. Lo llevaron de emergencia a una salita médica local, pero inmediatamente indicaron trasladarlo en ambulancia a Carmen de Patagones, a unos 100 kilómetros de distancia. El accidente fue fatal, José luis tenía lesiones en la aorta abdominal y no pudo ser reanimado. Beltramo, inicialmente imputado por el hecho, fue absuelto de culpa y cargo dos años más tarde, en noviembre del 2006, por la jueza Susana González La Riva.

El hecho conmocionó al país. José Luis tenía apenas 43 años. Carlos Salvador Bilardo, entre otras estrellas del Mundial 86, estuvieron en aquel doloroso último adiós en su tierra natal: “Es una pérdida que nadie esperaba”. Una plaza de Córdoba, donde empezó a jugar de chico, y el estadio del club Huracán donde se formó inmortalizaron su nombre. Marchesini corrige la voz y trata de frenar la emoción que ya lo invade: “Debe ser recordado como un buen tipo, amigo de los amigos. Un papá extraordinario. Esos seres que no deberían haber muerto. Una injusticia”. “Me hiciste emocionar...”, dice y frena.

 

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